domingo, 18 de septiembre de 2016

Que hueva. Tengo la sangre de un adicto que lo único que le estimula es su droga. No. Lo que ocurre es que ya estoy viejo, y el cansancio me permeabiliza contra estas nuevas emociones. Deberian de ser emociones. En todos lados encuentro barreras mentales. ¿Que pasaria si dejara de verlas, de tenerles cuidado, de respetarlas? Son lo único que me preserva de la aniquilación. Me ha costado mucho aprenderlas. De memoria, porque yo no las entiendo. No como la mayoría de la gente que parece ver un libreto, unas instrucciones o señales escritas que son invisibles para mí. Estoy en alerta constante por si encuentro nuevas. Observando a los demás descubro las pautas. ¿Que hacen ellos? Eso debo hacerlo yo. Copiar el comportamiento, las acciones, analizarlas y llegar a las razones, los motivos y, quizá, entenderlas. Y si no las entiendo, lo importante es replicar la estructura completa. No es tan dificil luego de la primera vez de hacerlo. La gente no se extraña si presentas una versión sintetizada de una interacción social, aunque por dentro tu cerebro esté desarmado. Como una pintura cubista. O como un rompecabezas dejado a la mitad. Toman el gesto superficial como un santo y seña. Y te dejan en paz. Lo importante es que te dejen en paz. Estas gentes que no tienen nada interesante que decirte, que te dejen en paz. Que no te sopesen, que no te escruten, estas gentes que no aportan nada importante, que te aburren