domingo, 14 de junio de 2015

Con la pareja de amigos, caminando hacia los puestos de tortas mexicanas, pasamos junto al edificio de la alcaldía. Alcanzamos a un par de mujeres. Eran bastante diferentes, una iba bien arreglada, falda corta y atractiva. La otra era más bajita, obesa y de mala catadura. Como por supuesto todo sábado por la madrugada que salgo con este par de individuos íbamos ebrios, bastante, no tuve reparos en examinar con atención a las mujeres. A mi lo que me pareció fue que la bajita iba a entregar a la guapa. Se entiende: a un cliente. ¿Qué más podía ser? Hmmm.. se me ocurre en este instante que bien pudo haber sido lo contrario: acababa de recibirla de un cliente. Podía se en cualquiera de esos dos sentidos, y no en ningún otro. "No, ¿Cómo vas a creer?" me dijo K. Entonces botó de raíz toda mi teoría y me puse a pensar en la angustiosa incertidumbre que se nos cuela por las venas de la vida y del mundo. La verdad me hubiera gustado ser ese supuesto cliente, y me iba animando a contratar los servicios de tan bonita señorita, pero me puse a pensar en la prisa que parecían llevar y en el ánimo un poco hostil de sus semblantes. Eso se entendía, dos mujeres solas, por muy rudas que fueras, caminando de madrugada siempre tendrán que temer, y tendrá razón de llegar pronto a su destino y no hablar con extraños. Así que la dejé ir. A la cervatilla, carne servida muerta y fría. El artista acababa de presentarse, había cantando sus canciones ante un público con daño cerebral, le habían dado unos dólares y una cerveza, creo que le quedaron debiendo la cena. Esta vez tuvo todo el equipo que requiere para cantar y tocar, el sonido estuvo bastante bien. Las mismas canciones, amigo. Supongo que asi se une la imagen del cantante con un repertorio, y la gente sabe que esperar. Pero bueno, llegando al puesto de tortas ibamos con una gran hambre, más que todo el artista porque no había cenado. Serían la una o dos de la madrugada. Hace veinticinco años, pasar por el parque era una experiencia tétrica, porque no tenía suficiente  iluminación, había cualquier cosa, además que por ser tiempo de guerra abundaban los toques de queda

sábado, 6 de junio de 2015

Lleva aritos de corcheas. Pero eso no fue lo primero que me llamó la atención, sino que su anillo: un cuadrilátero negro con piedras blancas incrustadas. "Me gusta lo poco común", "Lo raro" le sobrepuse yo. Se rió. Malice es buena para reirse. Se le mira bien una sonrisa. No es bonita. Es fea con gracia. Es de las feas bonitas. Es increíble como la actitud y el nivel de energía positiva puede hacer atractiva a una persona. Me gusta Malice. Es flaca, bajita, "una babosadita". Tiene casi mi edad, bueno está en su década de los treinta ya por terminar casi. Apenas se ha casado y ha tenido su primer hijo en estos últimos dos años. Muy tardía la muchacha. La mujer. Esta es la más astuta de todas. Una es un pajarito caído, húmedo que no tiene suficientes fuerzas para huir de tu mano. La otra es de esas muchachas jóvenes que quieren experimentar, tener aventuras y vivir con intensidad.

miércoles, 3 de junio de 2015

Ella lleva un arcoiris en el pelo. Yo dormí y por ratos me hice el dormido todo el camino. Al llegar a la ciudad llovía de una manera sostenida. Habiendo olvidado mi paraguas días antes en un taxi, me enfrentaba a la perspectiva de bajarme del bus para recibir la lluvia sostenida. Eso no es lo grave. Lo grave es que por lo visto ya empezó el del todo el invierno y estará lloviendo a diario. Lo cual quiere decir que mañana por la madrugada, cuando salga para mi trabajo, puede que esté pringando, o incluso lloviendo sostenidamente, y yo sin paraguas. Pero ella llevaba un arcoiris en el cabello. Dentro del autobús  que iba con las luces encendidas, como un quirófano móvil, frío y raudo, yo dormía, o fingía hacerlo. Para no hablarle a ella. Porque las cosas que tenía para decirle, iban a resultar como pedacitos de papel tirados a una llama, justo en ese bus, rodeados entre tanto baboso, atarantado. La verdad no quería ensuciar mis palabras con sus impuros oídos. Es cierto, también era un poco de inseguridad, pero había mucho de lo anterior. Únicamente un "hola, ¿Cómo estás? Hoy saliste tarde. Está bien salir a pasear de vez en cuando" Y la primera impresión cuando ella subió al bus: ver esa pañoleta de colores en su cabello. Vestida de negro. Con atuendo de bailarina. Por eso tiene las piernas tan bonitas.